
Luis Sánchez
Neuropsicólogo
La Atrofia muscular es la reducción del tejido muscular y la pérdida de fuerza asociada.
Cuando un músculo disminuye de tamaño debido a la inactividad, a una enfermedad o a una lesión, se afecta directamente la movilidad y la calidad de vida de la persona.
Este problema puede desarrollarse de forma lenta y silenciosa, haciendo que muchos pacientes no busquen ayuda médica hasta que la limitación funcional ya es evidente. Detectarla a tiempo y actuar de manera adecuada es clave para mejorar el pronóstico.
¿Qué es la atrofia muscular?

El término atrofia muscular hace referencia a una reducción del tamaño, grosor y funcionalidad de las fibras musculares debido a una disminución en su actividad y estímulo.
Aunque el músculo sigue presente en el cuerpo, comienza a perder densidad y capacidad contráctil, lo que se traduce en una reducción clara de su fuerza.
Este proceso no ocurre de forma repentina, sino como una respuesta adaptativa del organismo cuando identifica que un músculo no está siendo utilizado con la frecuencia o intensidad suficiente para mantener su estructura.
A nivel fisiológico, los músculos requieren movimiento, tensión mecánica y un suministro continuo de nutrientes para conservar su volumen.
Cuando estas condiciones disminuyen, el cuerpo reduce el aporte de energía y proteínas a esa zona, provocando que las fibras musculares se adelgacen.
Esta respuesta biológica puede parecer eficiente para ahorrar recursos, pero tiene consecuencias directas en la movilidad y el rendimiento físico de la persona.
Uno de los primeros cambios que nota el paciente es una sensación de menor estabilidad o firmeza en la zona afectada.
Aunque al principio puede pasar desapercibido, con el tiempo se vuelve evidente que el músculo responde con menos potencia, lo que genera una percepción de esfuerzo incluso en actividades simples.
Este deterioro puede impactar no solo en la fuerza, sino también en la postura, la coordinación y el control motor fino, afectando la calidad de vida.
Es importante destacar que la atrofia puede afectar tanto a personas físicamente activas como a aquellas con vida sedentaria, ya que no se limita únicamente a la inactividad prolongada.
La pérdida de masa muscular también influye en la capacidad del cuerpo para proteger articulaciones, mantener el equilibrio y absorber impactos durante el movimiento.
Por este motivo, preservar la salud muscular no es solo una cuestión estética o de rendimiento deportivo, sino un componente clave para la autonomía y la prevención de lesiones.
Causas principales de la atrofia muscular

Existen múltiples causas que pueden desencadenar esta condición, y entenderlas ayuda a orientar el tratamiento adecuado.
Falta de actividad física
La inactividad prolongada es una de las causas más frecuentes. Cuando un músculo no se utiliza, el cuerpo interpreta que no necesita mantenerlo y comienza a reducir su masa.
Este tipo de atrofia muscular se observa en personas que pasan mucho tiempo en cama, pacientes con lesiones o individuos con estilos de vida sedentarios.
Enfermedades neurológicas
Algunas patologías como la esclerosis múltiple, la distrofia muscular o lesiones en la médula espinal pueden afectar la conexión entre el nervio y el músculo, generando debilidad progresiva.
Este tipo de atrofia muscular requiere un abordaje especializado y un programa de rehabilitación personalizado.
Envejecimiento
Con el paso de los años, el cuerpo pierde masa muscular de forma natural.
Sin embargo, cuando esta pérdida es excesiva, se considera una atrofia muscular asociada al envejecimiento.
Mantener actividad física y una nutrición adecuada es clave para prevenirla.
Malnutrición
Una alimentación pobre en proteínas y micronutrientes esenciales provoca que el cuerpo no tenga los recursos necesarios para mantener el tejido muscular.
Esto puede desencadenar una atrofia muscular incluso en personas jóvenes, especialmente si realizan dietas extremas o tienen problemas de absorción intestinal.
Síntomas y signos de alerta

Los síntomas iniciales suelen ser sutiles. Entre los más comunes se encuentran:
- Debilidad y cansancio al realizar movimientos habituales.
- Cambios visibles en el contorno del músculo.
- Calambres o molestias musculares.
- Pérdida de equilibrio o torpeza al caminar.
- Sensación de inestabilidad o falta de fuerza al levantarse.
Detectar estos signos a tiempo puede evitar que la atrofia muscular avance hasta un punto en el que la recuperación sea más compleja.
Tipos de atrofia muscular

Podemos clasificar la atrofia en dos grandes grupos:
Atrofia por desuso
Aparece cuando el músculo no se activa durante un tiempo prolongado.
Es frecuente después de una fractura, una cirugía o periodos en cama. Este tipo de atrofia muscular suele responder bien a la rehabilitación.
Atrofia neurogénica
Ocurre cuando el daño está en el sistema nervioso y no en el músculo directamente.
La recuperación aquí puede ser más lenta y requiere terapias más específicas, además de fisioterapia neurológica.
Diagnóstico de la atrofia muscular
El diagnóstico se realiza mediante una evaluación clínica que puede incluir:
- Examen físico y valoración del tono muscular.
- Pruebas de fuerza con dinamometría.
- Estudios de imagen como resonancia o ecografía muscular.
- Electromiografía para valorar la función nerviosa.
- Análisis nutricional para detectar déficit de proteínas o vitaminas.
Cuanto antes se identifique la causa, más eficaz será el abordaje terapéutico.
Tratamiento de la atrofia muscular

El tratamiento debe ser personalizado y multidisciplinario, adaptado a la causa que originó el problema.
1. Fisioterapia y rehabilitación
La base del tratamiento de la atrofia muscular es el movimiento.
La fisioterapia guiada por especialistas ayuda a recuperar fuerza, activar el músculo y mejorar la coordinación. Los ejercicios deben ser progresivos y supervisados para evitar lesiones o sobrecarga.
2. Electroestimulación
Este recurso se utiliza cuando el paciente tiene dificultad para contraer el músculo de forma activa. La electroestimulación promueve la activación muscular y mejora la respuesta neuromotora.
3. Terapia ocupacional
La terapia ocupacional permite recuperar habilidades funcionales para las actividades del día a día, como vestirse, sostener objetos o caminar de forma autónoma.
Importancia de la nutrición en el tratamiento

Una alimentación adecuada es un pilar fundamental en el proceso de recuperación, ya que el músculo necesita materia prima para regenerarse.
Cuando el organismo no recibe los nutrientes correctos, la capacidad de reparación del tejido muscular se ve comprometida, lo que ralentiza los avances obtenidos con la rehabilitación.
Por ello, es esencial que la ingesta diaria incluya una cantidad suficiente de proteínas de calidad, ya que son las encargadas de aportar los aminoácidos necesarios para la reconstrucción de las fibras musculares.
Además de las proteínas, los ácidos grasos esenciales presentes en alimentos como el pescado azul, las semillas o los frutos secos contribuyen a mantener una adecuada función celular y un entorno metabólico favorable para la recuperación.
Estos compuestos también participan en la modulación de la inflamación, lo cual es especialmente útil en pacientes que presentan dolor o sensibilidad muscular asociada al proceso de atrofia.
Los minerales como el magnesio, el potasio y el zinc cumplen un papel importante en la contracción muscular y en la transmisión neuromuscular, ayudando a optimizar la función del músculo durante el tratamiento.
Incluir alimentos como legumbres, vegetales de hoja verde, huevos y frutos secos puede aportar estos micronutrientes de manera natural y efectiva.
Estilo de vida y prevención

Adoptar hábitos saludables puede evitar el desarrollo de esta condición, especialmente en personas con factores de riesgo. Algunas recomendaciones son:
- Evitar el sedentarismo con actividad física regular adaptada.
- Practicar ejercicios de fuerza y resistencia.
- Mantener una postura activa y evitar periodos prolongados sentado.
- Realizar pausas de movimiento durante la jornada laboral.
- Consultar con un especialista ante cualquier signo de debilidad.
Prevenir la atrofia muscular, es más sencillo que revertirla, por lo que la educación y la conciencia corporal juegan un papel fundamental.
Actuar a tiempo marca la diferencia
La atrofia muscular no debe ser vista como una consecuencia inevitable del envejecimiento o de una enfermedad.
Con un diagnóstico temprano, una rehabilitación adecuada y un acompañamiento profesional, es posible recuperar la funcionalidad y mejorar significativamente la calidad de vida.
En Neuraces, contamos con especialistas en fisioterapia neurológica y rehabilitación integral que acompañan al paciente en todo el proceso de recuperación muscular, aplicando técnicas avanzadas y planes personalizados según cada necesidad.