
Jorge Román
Neuropsicólogo
Comprender el trastorno neurológico funcional es clave para mejorar su diagnóstico, reducir el estigma y acompañar de manera adecuada a quienes lo padecen.
A pesar de ser una de las causas más frecuentes de consulta neurológica, sigue siendo un cuadro rodeado de mitos, interpretaciones erróneas y experiencias frustrantes para los pacientes.
Hoy sabemos que no se trata de una enfermedad “imaginaria” ni psicológica en el sentido tradicional.
Es un desajuste real en el funcionamiento de las redes cerebrales, que genera síntomas auténticos y, a veces, altamente incapacitantes.
Este artículo pretende profundizar en su naturaleza, sus causas, cómo identificarlo y sus abordajes más efectivos, aportando claridad, rigor y una visión moderna que ayude a comprenderlo de manera integral.
Cuando el cerebro no funciona, pero parece sano

Durante mucho tiempo, las personas con síntomas neurológicos sin lesiones visibles en una resonancia o tomografía se enfrentaron a diagnósticos ambiguos o incluso a la invalidación de sus síntomas.
Frases como “no tienes nada”, “esto es psicológico”, o “es estrés” formaron parte del recorrido de muchos pacientes.
Hoy sabemos que, aunque la estructura del cerebro esté intacta, su funcionalidad puede verse alterada, del mismo modo que un ordenador sin daños físicos puede fallar cuando su software no funciona correctamente.
Esta distinción entre estructura y función explica por qué tantas personas presentaban síntomas difíciles de clasificar. Y gracias a avances en neuroimagen funcional, estudios longitudinales y nuevos modelos explicativos, podemos describir este cuadro con mayor precisión y ofrecer tratamientos más eficaces.
Qué es realmente un trastorno neurológico funcional

Para entender este diagnóstico, es esencial diferenciar entre:
- Daño estructural: lesiones visibles, como en un accidente cerebrovascular, una esclerosis múltiple o un tumor.
- Disfunción funcional: el cerebro y los nervios no están lesionados físicamente, pero no procesan la información de forma adecuada.
El trastorno neurológico funcional se basa en este segundo escenario: el cerebro funciona de manera anómala, aunque en las pruebas estructurales no aparezca daño.
Los síntomas, por tanto, son reales, involuntarios y no simulados. No son “actuados”, ni “inventados”, ni exagerados. Son el resultado de un sistema nervioso que está interpretando o enviando señales de forma incorrecta.
Este modelo permite explicar la aparición de síntomas repentinos, fluctuantes o desencadenados por factores emocionales, físicos o ambientales. También justifica por qué algunas personas experimentan mejoría significativa con terapias específicas: el cerebro puede “reentrenarse”.
Síntomas: una variedad que desafía los modelos clásicos

Una de las características más complejas del trastorno neurológico funcional es la enorme diversidad de síntomas. No todas las personas presentan los mismos, y pueden cambiar con el tiempo, aparecer de forma súbita o mantenerse de manera persistente. Entre los más comunes destacan:
Síntomas motores
Incluyen debilidad, pérdida de control sobre una parte del cuerpo, parálisis de una extremidad o temblores. Algunos pacientes describen no poder mover una pierna al caminar, pero sí hacerlo correctamente en una postura diferente. Este tipo de patrones ayudan a los neurólogos a diferenciar un cuadro funcional de uno estructural.
Movimientos anormales funcionales
Pueden presentarse como sacudidas, espasmos, distonías o temblores que se modifican al distraerse o al realizar otra actividad. Esto no implica que sean voluntarios, sino que la atención juega un papel clave en los circuitos afectados.
Crisis no epilépticas funcionales
Episodios que parecen convulsiones, pero cuya actividad eléctrica cerebral no coincide con la epilepsia. Suelen generar gran angustia en pacientes y familiares, y requieren un abordaje especializado.
Alteraciones sensoriales
Desde hormigueos y entumecimientos hasta pérdida parcial de sensibilidad, visión borrosa o dificultades auditivas. Muchas veces siguen patrones no convencionales para una lesión neurológica clásica.
Alteraciones del habla, la marcha y la postura
Bloqueos en el lenguaje, dificultades para coordinar pasos o posturas rígidas también son frecuentes. Aunque a simple vista pueden parecer síntomas similares a los de enfermedades como Parkinson o esclerosis múltiple, su origen funcional explica por qué pueden cambiar rápidamente o mejorar con determinadas técnicas.
Por qué aparece

En lugar de pensar en una causa única, se considera que este trastorno emerge de la combinación de múltiples factores:
Vulnerabilidad biológica
El sistema nervioso de algunas personas puede ser más sensible a estímulos internos o externos. Esto no implica una enfermedad previa, sino una predisposición a que ciertos circuitos se alteren bajo determinadas condiciones.
Factores psicológicos (sin caer en reduccionismos)
El estrés, la ansiedad o antecedentes traumáticos pueden influir, pero no siempre están presentes. Lo importante es entender que estos factores no son “la causa”, sino elementos que interactúan con el sistema nervioso.
Factores sociales y ambientales
Excesiva autoexigencia, ambientes emocionalmente demandantes o falta de descanso pueden intensificar síntomas preexistentes o facilitar su aparición.
Un cerebro que aprende patrones incorrectos
Uno de los modelos más sólidos propone que el cerebro “reaprende” patrones de movimiento, percepción o atención de forma incorrecta. Así como puede aprender habilidades complejas, también puede adquirir mecanismos disfuncionales.
Este modelo ayuda a comprender por qué la recuperación suele implicar “reentrenar” el cerebro, no simplemente hablar del problema o descansar.
Diagnóstico: el valor del enfoque positivo

A diferencia de lo que pasaba hace años, el diagnóstico del trastorno neurológico funcional ya no se basa en “descartar todo lo demás”, sino en identificar señales clínicas específicas.
Los neurólogos especializados reconocen patrones funcionales mediante pruebas como:
- Signo de Hoover en debilidad funcional.
- Movimientos que cambian con la distracción.
- Crisis con patrones propios no epilépticos.
- Inconsistencias internas que no se corresponden con lesiones estructurales.
Este enfoque positivo mejora la confianza del paciente, evita largos peregrinajes médicos y permite iniciar tratamientos antes, lo que aumenta las probabilidades de recuperación.
Abordaje y tratamiento: una estrategia que combina ciencia, neuroplasticidad y trabajo interdisciplinar

No existe una única terapia que lo resuelva todo. El tratamiento más eficaz es aquel que combina diferentes enfoques, cada uno orientado a una parte del problema:
Educación y psicoeducación: el primer gran paso
Entender el trastorno reduce la incertidumbre y el temor. Cuando el paciente comprende que sus síntomas son reales, explicables y reversibles gracias a la neuroplasticidad, cambia su actitud frente a la recuperación.
Este paso es esencial para generar adherencia al tratamiento.
Fisioterapia especializada en trastorno funcional
La fisioterapia tradicional no siempre funciona, porque suele estar diseñada para lesiones estructurales. En cambio, la fisioterapia funcional se basa en:
- Promover movimientos automáticos sin sobre conciencia.
- Utilizar distracción y tareas duales para reentrenar circuitos.
- Trabajar la confianza en el movimiento.
- Restablecer patrones motores normales.
Los estudios muestran mejoras significativas incluso en pacientes con síntomas prolongados.
Terapia psicológica (cuando corresponde)
La terapia cognitivo-conductual o las terapias centradas en trauma pueden ayudar a modular la respuesta del sistema nervioso. No buscan “curar lo psicológico para arreglar lo físico”, sino intervenir en circuitos que conectan emoción, atención y función motora.
Terapia ocupacional
La Terapia Ocupacional es fundamental para ayudar a recuperar autonomía en actividades de la vida diaria y a reintroducir rutinas de forma saludable.
Neurología y seguimiento regular
El Neurólogo guía el proceso, identifica cambios relevantes y ofrece claridad en cada etapa del tratamiento.
¿Es posible recuperarse?

Sí. Muchas personas experimentan mejorías significativas y otras recuperaciones completas.
Factores como el diagnóstico temprano, la comprensión del cuadro, un plan integral y un entorno que acompaña sin presionar favorecen la evolución positiva.
Sin embargo, cada proceso es diferente, y respetar los tiempos propios es fundamental.
El trastorno neurológico funcional es un desafío clínico y humano, pero también una oportunidad de demostrar cómo el cerebro puede cambiar, adaptarse y reentrenarse.
La información rigurosa, el acompañamiento adecuado y los tratamientos basados en evidencia permiten que los pacientes recuperen funciones, autonomía y calidad de vida.
Visibilizar el trastorno, hablar de él con claridad y derribar mitos es parte del camino hacia un abordaje más humano, más científico y más efectivo.
En Neuraces, estamos comprometidos con ofrecer tratamientos personalizados y basados en evidencia para acompañar a pacientes y familias en su proceso de rehabilitación.